miércoles, 20 de julio de 2011

Piojos

"Piojos, Lidia, los niños están sacándole los piojos al perro", me ha dicho Jair. Mi reacción ha sido: "¿Cómo?¿Dónde?". Delante mío, al otro lado de la calle. La vista de Jair sigue siendo mejor que la mía. Eso no ha cambiado. Nuestra percepción de la relación persona-perro-cuerpo extraño ajeno, sí. Mientras las madres hablaban despreocupadas al otro lado del coche aparcado, es decir, en medio del arcén, los niños se divertían a escondidas de las madres quitando "cosas" del pelo del perro callejero y analizándolas. Hemos decidido que serían garrapatas y no piojos, porque luego los dejaban encima de la valla de la municipalidad (ayuntamiento) y daba las sensación que se trataba de un ser vivo con un cierto volumen, o mejor dicho, un pequeño caparazón. Pero hemos decidido que nos daba igual. Cuando los niños se han ido corriendo contentos detrás de la madre (una vez ésta había decidido retomar su camino), no nos ha dado por levantarnos del escalón e ir a dilucidar de qué se trataba. Mañana puede que la valla de la municipalidad siga teniendo los ocupantes. A no ser que los cuerpos extraños hayan encontrado otro perro al cual atacar.

Qué raro, ahora me pica todo.

Sin embargo, no querría que los señores lectores se llevaran una imagen equivocada de los niños guatemaltecos. Lo primero, si nos centramos en la imagen física, hoy hemos vistos decenas de niñas monísimas con sus güipiles, es decir, trajes tradicionales. Hemos estado en Panajachel y en Sololá, y allí es lo normal. Las niñas visten igual que las adultas: blusa, falda larga tipo pareo y cinturón que aguanta la falda justo debajo de las costillas. Todo en miniatura. Puede parecer que se trata de algo horrible y anticuado, descrito así. Pero de verdad que hay tejidos preciosos, estampados preciosos y los saben combinar a la perfección. Estoy a punto de comprarme un conjunto. Decidme que hay otra fiesta de Marketing de "Países del mundo" y no os preocupéis que cae.

Lo segundo es que son espabilados como ellos solos. La primera persona que nos ha "atacado" esta mañana en Panajachel ha sido un niño vendiendo postales con bordados. Le hemos preguntado cuánto costaban. "Uno quince" ha sido su respuesta. Jair ha decidido comprar una, eran bonitas y por 1,15 quetzales (aproximadamente 10 céntimos de euro) valía la pena. Pero cuando ella le entregaba el dinero, "No, una postal, 15 quetzales", ha dicho el niño. "Ah, guapo, entonces no, lo siento". No era el único vendedor, había varios por las calles. Después de comer hemos visto una niña en la puerta de la tienda de su padre en un escritorio para niños haciendo sus deberes. Deberían ser sumas, o copiar letras, quién sabe, porque la niña no tenía más de 6 años. He sonreído al verla: cara de concentración, hablando en voz baja con ella misma, agarrando el lápiz con fuerza... Me ha recordado a alguien hace 16 años. Al cabo de un rato hemos vuelto a pasar por allí y hemos entrado a la tienda a mirar y su padre la ha enviado a ella a que nos atendiera. "¿Qué busca?¿La puedo ayudar, amiga?". Toma ya. La niña se sabía la fórmula a la perfección. Seguro que vendía mejor que nosotras.

Cerca de esta tienda había un colegio. Ya al mediodía hemos visto buses extraurbanos llegar, decenas de niños con camisa blanca y gorrito y "gritones" bajando tambores de la vaca del bus. Cuál ha sido nuestra sorpresa cuando hemos pasado por allí delante al cabo de unas horas y la gran banda estaba tocando a la perfección canciones como Lambada o La despedida de Daddy Yankee ("Antes que me vaya dame un beso, se que soñaré con tu regreso..."). Muy normales en un colegio para nuestra concepción europea, claro. Pero la mar de divertido. Quizás lo importamos.

Lo que no podemos importar es la belleza de Guatemala. Nos hemos quedado anonadadas, patidifusas. El lago Atitlán es el paraíso donde perderse. Agua tibia donde bañarse, volcanes en activo que lo rodean, hoteles preciosos al borde del lago, barquitos preparados para darte una vuelta... Hemos preguntado a la dueña de uno de los hoteles de allí y nos ha dicho que los volcanes estaban activos, pero, cuando Jair le ha preguntado si entran en erupción a menudo, ha dicho: "No, yo no les he visto nunca". Pero son activos. Y luego ella nos ha preguntado: "¿Allí donde vivís hay volcanes?". "¿Dónde se refiere, en Quetzaltenango o en España?", he querido saber yo. "Ah, no sé", ha sido su respuesta. Pues yo tampoco, señora. Toda la conversación con ella y con varios artesanos ha sido igual, hoy. No entienden lo que preguntas ni que reformules las frases dos veces. A medida que hacíamos entrevistas simplificábamos más y más las preguntas, pero ni así no había manera. Respondían lo que les daba la gana. No podía ser que nos entendieran y nos daran esas respuestas. ¿Hablamos el mismo idioma? Lo dudo mucho.

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