domingo, 31 de julio de 2011

La multiplicación de los panes

La misa a la que hemos asistido hoy ha durado 1h15min. Ha empezado puntualmente a las 19h, lo cual no era de esperar para nosotros, y ha reunido a centenares de quetzaltecos. La verdad es que, como todo aquí, nos ha sorprendido. Aunque no ha sido como la misa de 12h, en la que había gente en la calle porque no quedaban huecos libres en los bancos de dentro de la iglesia, ha sido, para nosotros, multitudinaria. Ha sido extremadamente lenta, también. Sólo al empezar, por ejemplo, cuando se ha hecho la señal de la Santa Cruz, Jair y Nacho ya habían acabado y los fieles quetzaletcos justo entonces empezaban. En cuanto a la cola para la eucaristía, no acababa nunca. Más y más personas se iban levantando cuando parecía que la cola disminuía. La comunión habrá durado un cuarto de hora. Las canciones son un capítulo aparte. No por la letra, sino por la duración... Yo nunca había oído canciones tan largas en una misa. Pero lo mejor de todo es que teníamos justo detrás al fiel que peor cantaba de la iglesia. También era el que cantaba más fuerte. En el primer compás de cada canción ya iba descompensado del resto. Tenía que darse la casualidad de que se sentara detrás nuestro... Yo no podía concentrarme en la canción en sí. Otra particularidad ha sido el número de veces que han agitado el incensario. Como mínimo le han dado cincuenta vueltas: al altar, al cáliz, al copón, al atril... Creo que a hasta el mismo padre. Luego éste tosía... Normal, eso tenía que ser peor que entrar a la tienda Natura. Pero lo que yo destacaría de la misa es el nivel de repetición. Yo no sé si es que aquí se lleva esto de la insistencia, pero de verdad que la frase "la multiplicación de los panes" ha sido dicha como mínimo quince veces. He intentado contarlas, pero me he descontado. Me ha quedado muy claro también que habían 5 panes y 2 pescados y que luego resultó que comieron 5000 hombres, aún más mujeres y niños y que llenaron 12 cestas con lo que sobró. El tema del sermón de hoy era por supuesto el hambre y la miseria de tantas y tantas personas a nuestro alrededor. La nota entrañable de la misa la ha dado un chico que teníamos delante con Síndrome de Down. Se giraba, nos sonreía, nos decía cuando nos teníamos que arrodillar (aunque él siempre iba al revés de los demás) y le ha cogido cariño a Jair, porque, cuando nos hemos dado la paz, a ella le ha chocado el puño como si fueran tan amigos. Cuando hemos salido, había en la puerta un predicador como los de Speakers' Corner de Londres, de los que están a favor de la Iglesia. No he entendido de qué se quejaba... ¿De que la misa era demasiado corta?















Capítulo a parte merece nuestra morada: Los Chocoyos. Esta mañana me he levantado a las 9h para hablar con mi familia por Skype. He ido a encender la luz y no funcionaba. He abierto la puerta y me he cruzado con Ángela, la chica de la limpieza que ensucia. Desde que nos quejamos a Charles (nuestro casero y panadero) de que no limpia y que se dedica a cocinar en la cocina que está permanentemente sucia, pues no nos habla ni nos saluda. Pero esta mañana ha sido verme y decirme: "No hay luz". "¿Cómo que no hay luz?", he respondido. "Volverá a las 12h". Yo he querido saber más: "¿Pero la han cortado por algo o es que se ha estropeado algo y se ha ido?". "¿Cómo así?" (frase que utilizan cuando no entienden lo que les preguntas). No sé, chica, lo que te he preguntado. De verdad que hace perder los nervios... He decidido cambiar la pregunta: "¿Cómo sabes que va a volver a las 12h?". "Ah, me lo han dicho". Pues vale, no hay Skype de momento. He decidido ponerme a leer en nuestro iluminado patio. Entonces ha llegado un grupo de 5 personas vestidos con trajes regionales que me han saludado amablemente. Les he correspondido aunque no entendía qué hacían allí. Pronto se han disipado las dudas... Eran la familia de Ángela, han venido a desayunar con ella. Por eso ha sido amable, seguro. Lo más normal del mundo, traerte a la familia a desayunar al trabajo. Han estado como mínimo una hora allí todos juntos. De hecho, yo he leído, he desayunado, he recogido y he decidido irme a buscar algún café con Wi-fi y ellos seguían allí. "Que tengan un buen domingo", les he dicho. Claro que sí.

Para encontrar una cafetería con Internet he tenido que preguntar a cuatro personas. No era que no supieran dónde había una, sino que entender cómo te indican una dirección es todo un reto. Señalan una cosa, dicen otra y al final es otra. Pero la he encontrado. Un buen sitio, con un cartel poético, como los mismos guatemaltecos.















El ambiente en el Parque Central el domingo por la mañana es agitado. Hoy había campaña electoral de diferentes partidos a la vez. Unos montan escenarios, otros van en carro ("coche" aquí significa "cerdo", también es casualidad) con las ventanillas bajadas y ondean banderas y otros van a lo grande.















Y de vuelta a Los Chocoyos, donde ahora falta un vidrio en la puerta y donde ha aparecido otra rata. No me alargaré porque Jair ya lo ha explicado, pero es que esto es la diversión sin pausa. El patio de recreo de ratas y gatos. Y llega Charles y dice que el veneno que ha puesto es el mejor porque las ratas se deshidratan y mueren lentamente (él es el experto en venenos de rata de Xela). Qué bien, tenemos ratas moribundas por aquí. Esto va a ser el festival de los gatos en nuestro techo. Esperemos que esperen a mañana y no nos den la noche. El que le dio la noche ayer a Charles fue el figura que le pedía alcohol en la puerta de Los Chocoyos y que se cargó el cristal de abajo de la puerta. Charles le decía: "Yo no vendo alcohol, yo vendo pan, ¡va vos!" (¡va vos! es su terminación de todas las frases).



















Hoy terminaré con una foto de los tres protagonistas de estas aventuras, que esperan la incorporación de Rosa mañana. Le tendremos preparado un buen caldo de rata, tal y como nos ha pedido en broma por teléfono poco antes que la segunda rata hiciera aparición.

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