viernes, 12 de agosto de 2011

Tikal

4h de la mañana: suena el despertador y piensas: “No puede ser…”. Las voces de Jair y Nacho diciendo: “Lidia, el despertador” te hacen plantear que sí, sí es. “Todo sea por el Tikal”, piensas. Pero también: “¿Hacía falta ir tan pronto?”. Esta cuestión quedará contestada más tarde. Te diriges a la ducha de agua fría que te despierta al golpe y te alivia de un bochorno increíble.

5h de la mañana: sales a la puerta del hotel, donde un bus te tiene que pasar a buscar para llevarte al parque del Tikal. Es de noche en Flores, el lago está en calma y en un radio de 10m hay una docena de personas sentadas, inmóviles, esperando algo. La sensación es muy rara… “¿Todos estos van al Tikal también?”. Pronto vemos que no: llegan dos buses con gritones que dicen: “Belice, Belice” y todos desaparecen. Luego llega el nuestro, nos montamos y emprendemos nuestro camino hacia la famosa ciudad maya.

6h de la mañana: yo me he perdido la salida del sol, porque tan pronto me he montado en el bus me he sumergido en un sueño del que no puedo salir… Entonces el guía habla y dice algo sobre cuáles son los pasos a seguir una vez bajemos del bus. Yo no lo entiendo y Jair está también más en el otro mundo que en este, así que suerte de Nacho, que es el único del bus que no se ha dormido. Llegamos a destino; hay una cafetería donde nos dejan desayunar. Jair y yo somos las primeras en entrar: es absolutamente necesario comer algo y beber café para ser personas normales.

7h de la mañana: nuestro guía se presenta. Se llama Evraín y yo creo que tiene 15 años, pero no. Él mismo dice: “Ustedes pensarán que parezco muy jovencito para ser guía en Tikal, pero ya tengo 19 años y tengo 2 años de trabajar aquí”. A ver cómo lo haces, Evra.

8h de la mañana: estamos en las primeras pirámides mayas, ya hace calor. El sol nos empieza a caer encima y estamos caminando de lo lindo, así que las primeras gotas de sudor hacen aparición. Nos encontramos con una araña gigante, y Nacho no duda en hacerse una foto con ella. Entrañable.

Primera pirámide: Jair y Nacho suben, yo me quedo abajo. Pienso que ya tendré tiempo de subir otras y así reservo fuerzas.

Evraín pide si alguien tiene una libreta. Jair le presta la suya y allí hace el esquema de la explicación que está dando: la relación entre la dirección del sol en cada solsticio y la posición de las edificaciones mayas. Resulta que en el 900aC tenían clarísimo el funcionamiento de todo esto, mucho más que yo en el siglo XXI.

9h de la mañana: hace un calor sofocante y nos disponemos a subir a la pirámide más alta, la número 4. Las vistas desde arriba son impresionantes: una extensión de vegetación verde que no tiene fin en el horizonte salpicada por otras pirámides en la lejanía. No nos podemos hacer a la idea de cómo de grande era esta ciudad. Aunque el dato de que llegó a tener 300,000 habitantes da qué pensar.

10h de la mañana: el calor es asfixiante. Le pregunto a Evraín si estamos en la época más calurosa. Me dice que no, que en abril es cuando hace más calor. “¿A qué temperatura se llega?”, le pregunto. “A 47 o 48ºC y 90% de humedad”, me responde. Yo no daba crédito a lo que oía… “¿Cómo? ¿48º centígrados? ¿Y la gente viene?”. “Sí, sí”, me responde tan normal. Yo insisto: “¿Y ahora a cuántos grados estamos?”. “A 38 o 39ºC, 70% de humedad”. Pues no estamos tan mal, la verdad. De mientras no paramos de oír monos aulladores que hacen un sonido que utilizaron para los dinosaurios de Jurassic Park. La verdad es que da impresión. Recorremos “la jungla” para verlos. Lo cierto es que están demasiado arriba como para verlos bien, pero se puede decir que hasta yo veo un mono aullador. Luego nos encontramos con una cría de boa, y Nacho, cómo no, no duda en decir: “¿Puedo cogerla?”. Los guatemaltecos ríen escandalizados: “Si quiere cogerla allá usted”.

En un momento de delirio me viene a la cabeza la idea de: “me voy a quitar los pantalones porque esto no es normal, no está bien”. No es la sensación de: “me gustaría quitarme los pantalones”, sino “tengo que quitármelos porque esto no puede ser”. Además son largos, de pitillo y llevo calcetines y bambas para que no me piquen los mosquitos. Pero la evidencia del: “no puede ser” cae sobre mí y me decepciono. A todo esto intento centrarme en escuchar a Evraín: este chico no es como los jóvenes que habíamos conocido hasta ahora… Es profesional, espabilado y sabe tanto, ¡tanto! Lo bueno es que no explica todo lo que sabe de buenas a primeras. Es a partir de las preguntas del grupo que se explaya, se va por las ramas y cuenta cosas como que la nobleza maya llevaba una madera aplastando la nariz, otra detrás y un torniquete para unirlas y provocar el efecto de una nariz plana para parecerse al jaguar, el animal divino de los mayas. Serían las operaciones de estética de la clase alta de la época. También cuenta que los campesinos de la época medían aproximadamente 1,40m y vivían unos 40 años. Y que la nobleza medía aproximadamente 1,82m (debido a la nutrición) y vivía aproximadamente 82 años. Una correlación estupenda.

Yo siempre he tenido la teoría de que los guías de esta clase de lugares son personas muy especiales, que tienen historias vitales que contar. A su manera, Evraín cumplía la norma: su cuñado es jugador de la selección sub-20 de Guatemala, así que va a ser un héroe nacional en su llegada al aeropuerto esta noche, porque nunca este país se había clasificado para los cuartos de final.

11h de la mañana: el calor es horrible. Estamos medio muertos bajo un árbol, resguardados del sol pero sin ánimos para movernos. Evraín ya se ha despedido y indicado el camino hacia la salida. Reunimos fuerzas y lo emprendemos… Llegamos a la cafetería con una necesidad imperiosa de líquido y a las 11:30h ya nos hemos bebido una cocacola y nos queda aún una hora para que salga el bus que nos devuelva al hotel de Flores… Pero estamos de acuerdo en que vale más la pena así, porque seguir caminando a aquella hora es como un suicidio colectivo. Ya podemos responder a la pregunta de: “¿Hace falta ir tan pronto?”. Sí, es absolutamente necesario.

12h del mediodía: no sé qué está pasando a esta hora porque yo estoy durmiendo en la mesa de la cafetería. Pero sé que a las 12:30h Nacho nos despierta y nos montamos en el bus para volver a Flores.

Pararé de detallar las horas porque si no esto puede ser muy lento. Además, lo interesante ya ha pasado. La desesperación por una ducha fría guía los siguientes minutos. Después salimos a comer y ya estamos sudando otra vez, pero hay que tomárselo con filosofía. Una comida en un restaurante con las camareras más paradas de la historia es el siguiente paso. Un paseo por las tiendas de Flores nos indica que la artesanía en la zona tiene mucha menos relevancia que en nuestra área. De todas maneras hacemos entrevistas a clientes, que para algo hemos venido. Entretanto, cae una tormenta impresionante que impide que Nacho haga unas carreras por la isla de Flores, pero como él ya ha salido, vuelve empapado como un pato, y tan contento. Luego el lago queda en calma y empieza el atardecer. Momento perfecto para tirarse al agua… así que allá vamos. Es una sensación increíble porque el agua está caliente y tranquila. Disfrutamos como niños.

Una cena mirando al lago y un paseo nocturno por esta ciudad turística que podría pasar por un pueblo de la Costa Brava (salvando las distancias, claro) son la guinda del pastel de este día tan especial, de este miércoles 10 de agosto. Algunas personas nos han preguntado cuánto tiempo “tenemos de estar aquí” y “cuánto más vamos a quedarnos”. Nos tenemos que enfrentar a la respuesta: nos queda menos tiempo del que llevamos aquí. Vamos a echar de menos este país.

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