martes, 16 de agosto de 2011

Belice

Diálogo en "inglés" con el vigilante de la zona de la piscina del Hotel Princess de Belice City: "¿Cuántos millones de habitantes tiene Belice?", pregunto yo. "¿Cómo?", me dice extrañado. Cambio de estrategia: "¿Cuánta gente vive en Belice?". "Alrededor de 300.000 habitantes", me contesta. "¿Sólo?", ¿en serio? Se ve que sí, eso dice Wikipedia. Y al vigilante del Hotel Princess sus conciudadanas no le parecían buenas candidatas para elegir a una esposa. No sé muy bien si es porque la oferta es limitada o si se trata más bien de que "vosotros los norteamericanos estáis muy bien preparados, sois muy inteligentes". Ya le podíamos decir que éramos "from Spain", que él seguía con su estrategia. Cuando confesó que tanto él como su primo sabían desde niños que se casarían con una blanca (cabe destacar que la población de Belice es negra), que su primo ya lo había logrado y que él a sus 45 años aún seguía buscando la chica blanca adecuada, decidimos que era el momento adecuado para poner punto y final a una agradable tarde en la piscina y fingir una repentina prisa por ir a cenar (atención, eran las 17:30h). Pero es que una mirada alrededor bastaba para saber que éramos las únicas blancas en varios metros a la redonda y que seríamos el objetivo en el corto plazo.





















Los guatemaltecos y los beliceños son completamente diferentes. Una frontera bastante surrealista ya te anticipa que aquello puede ser interesante. Docenas de hombres se dedican al cambio de moneda. Ofrecen dólares de Belice a quienes van a entrar en ese país y quetzales a quienes entran a Guatemala, llevándose una buena comisión. Una carretera sin vida desde allí que cuesta dos horas recorrer te lleva a Belice City, que es la ciudad más poblada, aunque no la capital. Nosotros viajamos con la compañía Línea Dorada, con un conductor que ya me caía mal desde el principio, desde el momento que salimos de Flores (Guatemala). A Jair le había recriminado que no viajáramos con ellos en la vuelta y a mí me había metido bronca por abrir las ventanas mientras esperábamos en la frontera. "Es que luego hay que cerrarlas", me dijo. "No se preocupe, que cuando me lo pida yo se las cierro. Lo que pasa es que ahora no veo por qué tienen que estar cerradas y nosotros ahogándonos", le contesté, y las dejé todas abiertas. Pues bien, llegamos al puerto de la ciudad, donde se suponía que se terminaba el viaje, y le preguntamos: "¿Queda muy lejos el hotel? ¿Nos puede acercar, por favor?". Y él dijo: "Lejos no, aquí cerquita. Yo les acerco por... 100 quetzales los 3". "¿Cómo? ¿100 quetzales? ¡Pero si esta mañana nos han cobrado 20 en Flores!", respondimos. "Mire, que aquí todo es muy caro en Belice. Un taxista de aquí les cobraría 10 dólares beliceños a cada uno" (30 dólares de Belice serían 118 quetzales), argumentó, y luego empezó con unas explicaciones del tipo de cambio que sólo él entendía. Yo le dije que como mucho le pagábamos 25 quetzales cada uno y que ya me parecía una barbaridad por 5 minutos, y él con cara de víctima: "La voluntad, señorita, yo sólo lo hago por hacerles el favor". Sí, claro. Los dos taxis que agarramos posteriormente nos cobraron siempre 10 dólares beliceños (40 quetzales) a los tres por ese mismo recorrido. Aún me arrepiento de no haberme bajado del micro bus sin pagarle nada a ese mentiroso.

Con ese cabreo entramos al hotel, y pareció que nos trasladábamos a una película en el sur de los Estados Unidos de los años 50. Personas negras al más puro estilo afro que hablaban un inglés que ni poniéndole mucho interés se entendía. Además no tienen ni una gota de la amabilidad que suelen tener los guatemaltecos. ¿Pero que no se supone que tienen que atraer turismo? No, se ve que en Belice City no. Es más, casi no habían turistas. Éramos el objetivo de todas las miradas. Los turistas que habían sido lo suficientemente listos como para informarse bien antes de reservar un hotel agarraban un barquito que los llevarían a las paradisíacas islas del país. En la ciudad hay mar, cierto, pero no hay playa, así que de poco sirve tener vistas al Caribe si no te puedes bañar. Consejo para los lectores: si van a Belice, vayan directamente a San Pedro o a Cayo Caulker. Nosotros hicimos una excursión allí y es lo único que vale verdaderamente la pena del país. Para los que hayan ido a Punta Cana, es como Isla Saona II por las abundantes palmeras, la arena blanca y el agua cristalina, pero con civilización.



















1 comentario:

  1. ¿Colgaréis las fotos de esta entrada también en facebook? Por mucho clic que hago encima de ellas aqui en blogger (cuando las cuelga Lidia), no se me abren... (curiosamente cuando cuelga Jair fotos, sí se me abren....). Besetes de la tieta Rose (morena-rojiza gracias a dos días preciosos en Cambrils con Joselita...)

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