lunes, 22 de agosto de 2011

La Felicidad

"¿Qué vais a contar en el blog de este fin de semana?", preguntó Paula mientras comíamos ayer domingo en el McDonald's de Antigua. "Pues aún no lo sé, la verdad", le respondí. He dejado de ir apuntando todo lo que me sorprende en una libreta... Pero ahora que el fin de semana ha terminado y lo he pensado, sí lo sé.

Antes que nada contaré que dedico esta entrada al blog a nuestros compañeros de Hueue. Quiero despedirme bien y no con un: "como no me gustan las despedidas y tenemos que irnos corriendo para no perder nuestro bus, y además estoy mareada, pues os digo a todos adiós rápido y ya está", tal y como admito que hice. Ellos no se merecen esto. He pasado grandes momentos con todos ellos que difícilmente se van a repetir. Ellos ya saben que lloro cuando oigo la canción de Titanic, aunque que esto es algo excepcional, pero deben saber que estoy llorando ahora también. Os echaré de menos, chicos. Gracias por vuestra compañía y por ser como sois: Malén, Paula, Laura, Claudia, Carola, Albert y Marc. No lo digo en broma cuando os invito (yo) a las fiesta del pueblo de Jair el verano que viene. Una ronda de Pasodoble está asegurada.



















Contaré también que gracias a Claudia, gracias a que hace siete años en un campamento de verano trabó una gran amistad con Anita, de Guatemala, este fin de semana hemos sido invitados a "La Felicidad", la finca de la familia de Anita en Antigua. A mí ya me parecía muy generoso que invitara a ocho personas que no conocía además de a Claudia, pero eso no era nada en comparación con la generosidad y la hospitalidad que nos esperaba.

Contaré que Anita estaba preocupada porque no nos iba a poder ofrecer los lujos que "nos merecíamos". No hace falta entrar en detalles, pero esa casa era de lejos el mejor hogar que yo he visto desde que estoy aquí. Por poner algunos ejemplos, las sábanas eran de franela y las toallas tenían bordado el nombre "La Felicidad". Y una botella de agua al lado de cada cama.















Contaré también que en la casa había servicio, dos mujeres que prepararon la comida del sábado y el desayuno del domingo y un muchacho que se ocupaba de la seguridad. Pero me sorprendió gratamente el hecho que no se hacían diferencias entre Anita y ellos. Anita era la primera organizando y preparándolo todo, es decir, sin esperar que le trajeran las cosas en bandeja de plata mientras ella estaba sentada.

Contaré que la comida fue buenísima. No se imaginaban ellos que estaríamos tan contentos cuando al llegar el sábado al mediodía a la finca vimos que había pan, verdadero pan como el de España, para hacernos los bocadillos a nuestro gusto. No más tortillas, no más pan de especies, sino verdadera chapata. Aquello era un lujo en toda regla. Pero lo más brutal fue el desayuno del domingo. Iban sacando platos y más platos, aquello no tenía fin. Pero es que además había tanto huevos y frijoles como croissants y chocolate caliente. Indescriptible.

Contaré y repetiré que el grado de hospitalidad fue máximo. Anita y su novio Antonio nos preguntaron al llegar que qué queríamos hacer, nos llevaron al centro de Antigua, nos llevaron con sus amigos a cenar, a bailar, a hacer la "After party" ("After pie" para los que no entendemos su acento americano, es decir, seguir con la fiesta una vez cierran las discotecas) en casa y a la mañana siguiente a hacer Canopy (tirolina). No se podía pedir más y no había manera de agradecer aquello más que con un: "tenéis que venir a España y hospedaros en la casa de cada uno de nosotros". Esperamos estar a la altura.






























Y acabaré contando que este ha sido mi último fin de semana en Guatemala y el más diferente a todos. Hemos podido descubrir la otra cara de la moneda, la de las personas que han recorrido menos su país que nosotros que llevamos 6 semanas aquí y hemos viajado sólo los fines de semana, la de las personas que nunca han subido a un chicken bus, la de las personas que no habían oído nunca hablar de la Playa de Tilapita. En ningún caso quiero criticar a estas personas. Son ellos los que llevan las empresas que tiran el país adelante. Simplemente quiero constatar que he conocido finalmente las dos grandes clases sociales de Guatemala y que estoy muy agradecida por la oportunidad que se me ha brindado.

A todos los que lo habéis hecho posible, gracias. Y a Jair por haberme regalado un chicken bus de juguete y por haber comprado una iguana de esponja a la cual ha llamado Tano y con la cual hemos reído tanto por las calles de Antigua, también.


1 comentario:

  1. Me está entrando una penitaaaa..... Todo esto suena a despedida, final de la aventura de las Gringas... buaaaaaa.....
    ¡Con lo bien que me lo he pasado con vosotras estas últimas semanas....
    Bueno, aún quedan unos días... hasta que pongáis "The End" a esta historia para luego empezar otra nueva (y espero igual de emocionante).

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